¿Alguna vez habías escuchado hablar sobre el síndrome del impostor?

Quiero que hagas el ejercicio de pensar una respuesta para las siguientes preguntas: ¿Qué sientes cuando alcanzas un triunfo? ¿cómo reaccionas? ¿cómo le cuentas a la gente eso? ¿con qué palabras lo describirías, cómo lo promocionas en tus redes? Piensa estos triunfos y las emociones que te traen… ¿Estas emociones te las dejas para ti mismo? O, ¿corres a donde tu familia y amigos y les cuentas todo?

El síndrome del impostor es un fenómeno psicológico presentado en el 70% de la población adulta donde la persona afectada tiende a minimizar sus logros y, en general, pierde la confianza y seguridad en sí mismo. El síndrome del impostor se le llama así, también, porque surge del miedo a que “descubran que no eres la persona que dices ser; que descubran que no sabes suficiente”. Estos pensamientos surgen del autosabotaje que hace tu mente y es muy importante identificar cuándo y cómo estamos sintiendo el síndrome del impostor en nuestras vidas. Lo mejor es entenderlo, aceptarlo y aprender a superarlo.

Tenemos el síndrome del impostor desde los sucesos más comunes. Cuando obtenemos un triunfo y lo minimizamos uno suele decir: “fue la suerte. Fue fácil, nadie lo va a ver como gran cosa”. Tendemos a quitarle poder y fuerza a nuestros logros. Esto puede deberse a un factor cultural de "no hablemos tanto de nosotros". Sin embargo, siempre es bueno tener un balance entre la humildad y la arrogancia y ver nuestros logros como lo que son: sucesos positivos que vale la pena promocionar.

Yo misma he reconocido este fenómeno en diferentes puntos de mi vida, como cuando comencé con el coaching y a dar charlas a públicos inmensos. En 2009, cuando empecé a hacer coaching, mi mente hacía decirme a mí misma: “¡Si supieran que yo no tengo ni idea, nunca he hecho coaching! No estoy apta para parármeles en frente y enseñarles, ¡ya no tengo 30 años!”. Sin embargo, esa no era la realidad. En verdad ya había tenido experiencia como coach tras una larga carrera en Univisión, entrenando gente y siendo la directora. Minimicé mis logros y llegué a ponerme fuertemente en duda, cuando los hechos y la experiencia me demostraban que sí era capaz.

En fin, me daba miedo que la gente me percibiera como a un fraude, cuando claramente no lo era. La mente puede jugarle a uno trucos por miedo y quedarse en la comodidad. La realidad es que estaba preparada y bastaba enfocarme en toda mi experiencia adquirida.


Ahora, ¿por qué pasa?

  1. Nos han enseñado expectativas poco realistas. La expectativa es que todo tenga que salir bien, rápidamente y sin ver los fracasos. Cuando no vemos los fracasos creemos que es porque nunca los hay. Y eso que la palabra fracaso para mi no existe, son lecciones de vida en donde cada vez que caemos, nos levantamos con más fuerza. Cuando las cosas no te salen así con estas expectativas, piensas: no soy tan buena como los demás.
  2. Paradójicamente, entre más conocimiento tengamos sobre un tema, más desconfiados podemos llegar a sentirnos. Al saber mucho, sabes que el conocimiento es prácticamente infinito y puedes llegar a sentirte perdido en el mar de la expectativa, en la ansiedad de no estar al tanto de las cosas.
  3. A su vez, el síndrome del impostor puede ser causado por los círculos sociales de los que hagamos parte. Nuestros jefes, amigos, familia, ¿estas personas te apoyan? O, ¿cuando fallas te critican y cuando triunfas no lo reconocen? Ellas van a influir mucho en cómo nos sentimos con respecto a nuestros logros. No te dejes caer en la sugestión, lo mejor es trabajar en nosotros mismos para así rodearnos de personas que nos motiven a crecer. En otras palabras, un círculo de influencia positivo.

Es por esto que es importante colocar nuestra atención en nosotros mismos si comenzamos a sospechar que estamos cayendo en la espiral del síndrome del impostor. Debemos darnos cuenta de qué sentimos y cómo lo sentimos, realizar un examen consciente de nuestros logros y capacidades y no caer en la minimización y el autosabotaje. Mantengamos las expectativas como son: celebremos los triunfos y entendamos que las caídas (o fracasos, como los quieras llamar) son lecciones de vida y todo el mundo las tiene. Los mejores procesos empiezan cuando tú crees en ti mismo.